sábado, 17 de mayo de 2014

Virginia Clemm... ¿Annabel Lee?

¡Hola buenas noches! Esta vez, quiero dedicarme a hablar sobre el trabajo de Poe en la poesía, con un talento tan lúgubre como el suyo ¿Era de sorprender su impacto? No solo escribía de una manera virtuosa, si no impresionante, la manera tan detallada en que relacionaba los sentimientos con metáforas solubles para corazones rotos, era su manera de expresar la melancolía que arrancaba de su pecho versos plasmados en pergaminos viejos y si no es suficiente esta breve introducción, lo siguiente creo, terminara por convencerlos. 


En el amor, Poe no tuvo mucho recorrido, a lo que me refiero, es que no duro tanto como el lo esperaba (ni como se merecía) De joven, los estudios y el trabajo que sus padres le imponían fue un obstáculo para poder aprender de lo que era capaz de recibir y entregar en alma y carne, pero después de los sucesos que lo llevaron a convertirse en una persona independiente, logró encontrar al fin un ser que cautivara por completo los latidos de su confuso corazón. Virginia Clemm fue nada más y nada menos que el amor de su vida y su prima de sangre, ella contaba con solo catorce años de edad cuando contrajeron matrimonio. El la amaba con el fervor que su cuerpo le permitía, fue sin duda alguna, su inspiración, su motivación y su musa, pero ese gozo no duro lo suficiente ya que una mortal enfermedad amenazaba con arrebatarla de su lado y sin poder alejar lo inevitable unos años después la muerte se la llevó de su lado. La muerte de Virginia provoco en Poe una suma depresión, su muerte provoco la incitación hacía los vicios que sin duda alguna, serian la causa de su muerte.

En honor al amor que sentía por su amada, su querida esposa, escribió su más famoso poema (y el último) “Annabel Lee”. En lo personal, un poema con suma convicción, se presenta la esencia del amor tan patente y el dolor aún palpable que Poe aún sentía por su amada. Para el gusto de aquellos, les dejo a continuación esta bella obra maestra.

Hace de esto ya muchos, muchos años,
cuando en un reino junto al mar viví,
vivía allí una virgen que os evoco
por el nombre de Annabel Lee;
y era su único sueño verse siempre
por mí adorada y adorarme a mí.

Niños éramos ambos, en el reino
junto al mar; nos quisimos allí
con amor que era amor de los amores,
yo con mi Annabel Lee;
con amor que los ángeles del cielo
envidiaban a ella cuanto a mí.

Y por eso, hace mucho, en aquel reino,
en el reino ante el mar, ¡triste de mí!,
desde una nube sopló un viento, helando
para siempre a mi hermosa Annabel Lee
Y parientes ilustres la llevaron
lejos, lejos de mí;
en el reino ante el mar se la llevaron
hasta una tumba a sepultarla allí.

¡Oh sí! -no tan felices los arcángeles-,
llegaron a envidiarnos, a ella, a mí.
Y no más que por eso -todos, todos
en el reino, ante el mar, sábenlo así-,
sopló viento nocturno, de una nube,
robándome por siempre a Annabel Lee.

Mas, vence nuestro amor; vence al de muchos,
más grandes que ella fue, que nunca fui;
y ni próceres ángeles del cielo
ni demonios que el mar prospere en sí,
separarán jamás mi alma del alma
de la radiante Annabel Lee.

Pues la luna ascendente, dulcemente,
tráeme sueños de Annabel Lee;
como estrellas tranquilas las pupilas
me sonríen de Annabel Lee;
y reposo, en la noche embellecida,
con mi siempre querida, con mi vida;
con mi esposa radiante Annabel Lee
en la tumba, ante el mar, Annabel Lee.


Gracias por mantener vivo al artista. 

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